Nosotros no creíamos que las praderas infinitas,
las hermosas cumbres y los susurrantes arroyos rodeados de enmarañada maleza fueran
“salvajes”.
Solamente el hombre blanco creía en la
“naturaleza salvaje”, y solamente el creía
que la tierra estaba llena de animales salvajes.
Para nosotros, la naturaleza estaba domesticada.
La tierra era prodiga y nos rodeaban
las bendiciones del gran misterio.
Hasta que llegó el hombre hirsuto del Este,
y empezó a infligir con frenética brutalidad
(a nosotros y a nuestros seres queridos) injusticia tras injusticia, la tierra nunca fue salvaje para nosotros.
Cuando los animales salvajes
comenzaron a huir del hombre blanco,
fue cuando empezó para nosotros
el “Salvaje Oeste”.....
Los ancianos Lakota eran sabios.
Sabían que apartado de la naturaleza,
el corazón del hombre se endurece.
Sabían que la falta de respeto
hacia las cosas vivientes que crecen,
lleva también a una falta de respeto
hacia los humanos.
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