En Roma se coronaba a los vencedores con laurel pero también con hojas de olivo. En los juegos de Herea, al igual que en Atenas, aparece también asociada la luna con el olivo. En las carreras que todos los años se disputaban en Creta los vencedores recibían como premio una rama de olivo sagrado. Esta tradición de coronar con ramas de olivo, se debe a una consulta hecha al oráculo de Delfos sobre como se debería coronar a los vencedores. El oráculo respondió que se hiciera con ramas de olivo silvestre.
Hércules ordenó que, tras su muerte, su cuerpo fuese incinerado con ramas de olivo y roble encendidas mediante la fricción de dos palos de estas maderas: el olivo representa el elemento masculino y el roble el femenino. Aunque parezca raro una costumbre similar se conserva entre las tribus de África del Sur.
En la época Medieval, el aceite de oliva se consideraba como un potente condensador de luz y era usado en numerosas pociones mágicas. Por ejemplo se creía que el humo de los huesos de aceituna al ser quemados, atraía a los hombres hacia las mujeres.
En Aragón existía una tradición, donde los campesinos enterraban ramos benditos para proteger los campos. Utilizaban ramas de laurel, consagrado a Apolo, olivo bajo cuyas ramas entró Cristo aclamado por la multitud en Jerusalén.
El Cristianismo incorporó al olivo dentro de su tradición, formando parte en numerosas ocasiones de los relatos Bíblicos y representando un importante papel en su sismología. En el Génesis, la paloma que salió del arca de Noé en busca de tierra firme regresa con una ramita de olivo. Cuando entró Jesús en Jerusalén fue recibido por la multitud con hojas de palma y ramas de olivo, también Jesús oró en el Monte de los Olivos antes de ser apresado en el. En la Biblia el olivo siempre verde simboliza da prosperidad y la protección de Dios. Siendo en la actualidad símbolo mundial de la Paz.