Libro de Visitas
 
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El arca

Después de cuarenta días de diluvio, Noé pudo salir del arca. Descendió lleno de esperanza, pero afuera no encontró sino muerte y destrucción.

Noé clamó al cielo:

“Dios Todopoderoso, si tú conocías el futuro, ¿por qué creaste al hombre? ¿Solo para tener el placer de castigarlo?”.

Un triple perfume subió a los cielos: el incienso, el aroma de las lágrimas de Noé, y el perfume de sus acciones. Entonces Dios respondió:

“Las plegarias de un hombre justo siempre son oídas. Te diré por qué hice esto: para que entiendas tu obra. Tú y tus descendientes estaréis siempre reconstruyendo un mundo que vino de la nada, y así dividiremos el trabajo y las consecuencias. Ahora somos todos responsables”.

 
 


El amor

Un peregrino llegó a la aldea donde vivía Abu Yazid  al-Bistrami.

“Enséñame la forma más rápida de llegar a Dios”, le pidió.

Al-Bistrami respondió: “Ámalo con todas tus fuerzas”.

“Eso ya lo hago”.

“Entonces necesitas que te amen los demás”.

“¿Por qué?”.

“Porque Dios mira el corazón de todos los hombres. Cuando visite el tuyo, por supuesto verá tu amor por Él, y se alegrará. Sin embargo, si en el corazón de otras personas también encuentra tu nombre escrito con cariño, ten por seguro que te tendrá aún más en cuenta”.

 
 


La riqueza

Zilu preguntó: “¿Cuándo debo poner en práctica las cosas que he aprendido?”.

Confucio respondió: “Todavía te estoy enseñando. ¿Por qué esta impaciencia de poner algo en práctica? Espera el momento adecuado”.

Al momento siguiente, Gongchi preguntó: “¿Cuándo debo poner en práctica las cosas que he aprendido?”.

“Inmediatamente”, respondió Confucio.

“Maestro, no actuáis con justicia”, se quejó Zilu. “Congchi sabe tanto como yo, y no le prohibís actuar”.

“Un buen padre conoce la esencia de sus hijos”, dijo Confucio. “Frena a aquel que es demasiado osado, y empuja al que no sabe andar con sus propias piernas”.

 
 


El poder

Un rey, queriendo agradar a sus súbditos más leales, anunció que satisfaría el deseo de cada uno de ellos. Algunos pidieron honores, otros pidieron poderes o riquezas. Pero el más sabio entre ellos dijo: “Quiero hablar con el rey tres veces al día”.

De esta forma, en lugar de concentrarse en un capricho inmediato, este súbdito consiguió abrir un camino firme para que sus verdaderos deseos fuesen atendidos.


     
 
Paulo Coelho
 


 

Rudyard Kipling                                                     La libertad